-Oy voj, oy, pssssssssss...
Era un chiquillo de escasos nueve años, delgadito y su piel estaba morena, tan tostada por permanecer demasiado tiempo al sol sin ninguna protección, se dirigía a mi sin ninguna clase de respeto, y yo que andaba poca o ninguna paciencia, le hice un gesto rudo y me desembaraze de él.
-Oy psssssssss, oy pssss- seguía llamándome, seguí de largo, y me quedé cerca; no sé ni porque; y vi como abordaba de igual manera a otras personas que se movilizaban por el lugar.
-Oy voj. oy, psssssss- ese sonido tan procaz y tan característico de la niñez pobre de mi pueblo...
-Oy voj, oy, psssssssssssssssssss.